Por voluntad caprichosa y ciega,
contra mí mismo y tu distancia,
el suceder de los encuentros
fue sutil conjura
En porvenires que nacieron muertos,
de la soledad aventada
por miedos y carencias
hicimos rutina vacía.
Los cansados y marchitos,
que de mi boca herida
y de mi mano presta,
versos y quejidos salieron,
vomitados o cantados
se extienden todavía,
con indiferencia de estaciones,
cada tarde o mañana.
Causa de futuribles esperanzas,
los reflejos presentimientos,
tras someterse a racional examen,
aparecen ora
de su engañoso ímpetu
devastados y rebajados.
Y no obstante, a pesar de este
lamento de sintáctico desorden, no dejo de quererte.
JcS
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