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sábado, 23 de junio de 2012

Hoy te diría...
















Yo me levantaría lorquiano,
te hablaría de puñales
de venenos que emponzoñan el alma
y el alba,
de gallos, piquetas y gitanos,
de auroras negras de Nueva York
y negros de Harlem.
Hoy nerudiano me alzaría
para hablarte de silencios y ausencias,
de poemas de amor
y canciones desesperadas,
del canto general y de Tierra del fuego.
Whitmaniano sería más que nunca
y enumerar así todas las ciudades del orbe.
Te contaría de mí mismo,
de mi celebración constante.
¡Oh capitán, mi capitán!
Quisiera ser petrarquista por un día,
para inundarte del sonido de los suspiros,
para que conocieses de mis labios
juveniles errores
en el estilo en que lloro y razono.
Yo me despertaría gongorino,
te recitaría del formidable de la tierra
del hijo fiero de Neptuno
y del cuadrado pino,
del andar caliente y las risas del gentío.
Hoy podría ser shakesperiano,
y representar ante todos
tu ser o no ser,
tus sueños de verano,
con resplandores de oriente
y traiciones a Otelo.
De todo ello
podría escribirte
llenando tomos infinitos.

Pero hoy me levanté yo mismo
sin ganas de poesía ni artificios,
de metáforas y giros gramaticales.
Me levanté sabiendo
que ya te dije todo,
que todos mis versos
servir, ya no servían.
JcS

jueves, 14 de junio de 2012

El reflejo


 












Peleo
por ser dueño y regidor
de las palabras, de los matemáticos
futuros.
Me creo inteligente,
capaz de dominar
las sintácticas tempestades,
las químicas fórmulas
donde se originan los sentimientos.

Sin embargo,
en pleno éxtasis de perfección,
de exaltación del ego,
sintiéndome vencedor
de la gravedad humana
que empuja al desequilibrio,
basta
un rebelde instante,
un íntimo descuido,
para que todo ceda,
para que claudique el imperio
de mi inalterable gramática.

Una milésima,
que apenas es tiempo
ni da lugar a memoria alguna,
sirve
para que la forzada y artificial
retórica de mi discurso
sucumba ante tu mirada
vestida
de verde selva inexplorada.

Los cálculos infinitesimales,
utensilios para el orden
y la clasificación,
se disuelven,
porque la espontaneidad
de tu gesto
es arma de despiste
ante las certezas
y las seguridades.
Alzo mi bandera blanca
ante la tímida calidez de tu ingenio.

Y decido hablarte,
decido confesarte
la verdad de las intenciones,
la clave oculta en el verso.

Pero cuando miro a través del cristal
empujado por la ebriedad,
por la desnudez de mis miserias,
atónito descubro
que sólo eres
un reflejo de alguien extraño
que cruzó detrás de mí,
que fui yo
quien quiso verte.
a mi lado.
JcS

sábado, 2 de junio de 2012

Reflexiones quizás inconexas


Quien aguarde a Godot,
en las infinitas formas de la espera,
que sea consciente de la sinrazón
de la esperanza creada.
Que nadie se sorprenda de la metamorfosis
que nunca fue más necesaria
ya que no se conforma con rebajar
la propia condición a la de insecto,
sino que, sin previo aviso,
fosiliza el alma,
tópico poético con validez cierta.

Sobrevivo con esconder los verbos
en los más vagos lugares
bajo falsas traducciones,
resisto expandiendo las palabras
hasta su rotura en fragmentos
que no poseen significado alguno.
Anhelo
la simpleza de un sí,
temo
la solidez de un nunca.

Del soliloquio de un moderno
Hamlet con aires de beat caduco
a la máscara de un arlequín traidor,
del miedo a hablarte
a la facilidad de un beso
que pareció perderse;
de todo guardo memoria
para estar más vivo.

JcS