donde la seducción es motor y fin constante,
haces modo de vida, tarareando y susurrando
promesas siempre por incumplir.
Tu incierto e impreciso jazz es caduco espectáculo
de whisky de estraperlo y besos, ambulante cabaret,
grotesca comedia ante la que me derrumbo y cedo
con servilismo morboso, a pesar de conocer tus trucos.
De ésta mi soledad de definición estricta
soy feligrés ferviente, de enfrentarme al propio monstruo
hago causa para el rezo y escondite, evitarte a veces finjo
en acto de falso pudor.
Que de la claridad del día, la noche sólo herede
la inercia del pasar de horas, es algo
que secretamente agradezco,
con la razón en retirada y la embriaguez en conquista.
Que de la noche herede el día un toque de music hall,
que de la mentira sublimada en febril rito
hagas cautivador placer, es tu estrategia de batalla,
ilusión a quien sólo vence el hecho cierto del despertar.
Interesante sentir sobre el placer del dejarse llevar por el embrujo de la seducción aun sabiendo de su artificio, rompiendo con las cadenas autoimpuestas y las reglas implícitas de nuestras condenas… y aun así… añoramos la jaula de nuestra desdicha.
ResponderEliminarUn abrazo
Es que las promesas son muy difíciles de cumplir. Al menos yo no puedo cumplirlas...
ResponderEliminarUn beso o 2 #
qué atmósfera tan buena me has transmitido: cálida . Me ha encantado Un abrazo
ResponderEliminarEste poema es precioso y huela a noche, humo, alcohol y jazz.
ResponderEliminarBravo.