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martes, 15 de febrero de 2011

Mi madre

Mi madre lava la ropa en la pila del patio
con el agua gris del invierno.
Junto al fuego mi hermano y yo celebramos
el crepitar de los leños verdes
mientras ella tiende las sábanas en cuerdas de áspero plástico.
Sus manos son de frío y sangre,
manos de hielo y lumbre
que me acarician la caliente mejilla.
Me sonríe, pero yo miro el vaso de leche y el bocadillo de cada tarde.
No conozco el dolor de los huesos, las piernas con varices,
la soledad de su cama porque él salió de madrugada
vestido con mono azul y olor a estiércol.
Sigo su paso rápido con mi trenca verde y botones de cuerno,
vamos al colegio,
pero yo no quiero separarme de ella,
del calor de su bata azul,
de sus manos manchadas de años y secas por el amoniaco 
que sin embargo huelen a rosquilla y bizcocho,
de sus besos en mi frente,
de su silla de anea, de su cesto de mimbre llenos de hilos y botones.
Quiero estar con ella
cuando desde la terraza observa la carretera durante horas
mientras espera ver aparecer la furgoneta amarilla.
Mi hermano juega con indios y pistoleros de plástico.
Quiero estar junto a ella
porque sé que mi mano sobre su frente le calma el dolor.
Me sonríe y me dice que sí,
que ya está mejor,
y yo soy feliz
porque  todavía no sé qué significa perder.

JcS

1 comentario:

  1. Ya era hora leer algo tuyo. Dan ganas de regresar a la infancia, donde todo aún es posible y acogedor.
    Un abrazo!

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